Y hoy… ¿de qué estaré enfermo?

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La estrecha e innegable relación que la tecnología tiene con nuestra vida diaria ha hecho necesaria la creación de nuevos conceptos que expliquen la existencia de realidades que antes ni siquiera se imaginaban. Hace algunos meses, conocí el caso de un hombre que aseguraba tener un tumor cerebral. No había ido a ningún médico, no contaba con ningún estudio y, por supuesto, no poseía un diagnóstico certero. No obstante, él estaba seguro que ese mal lo atacaba y que, en poco tiempo, su vida se apagaría lenta y agónicamente.

¿Cómo hizo suya esa idea?, fácil, una tarde en la que tenía un profundo dolor de cabeza, decidió que la mejor manera de averiguar su padecimiento no estaba, por supuesto, en visitar a un profesional en la materia, sino que más bien, la respuesta se encontraba a la velocidad de un clic y en la posesión de una conexión a internet amplia y eficaz. Google y las miles de opiniones que allí encontró, acrecentaron sus temores de tal manera que, al final del día, escribía ya unas palabras de agradecimiento por una vida plena aunque no muy larga.

Cibercondria es el neologismo que puede explicar la situación antes descrita. “El concepto fue acuñado por Ryen White y Eric Horvitz de Microsoft Research, para referirse a la escalada de infundada preocupación que pueden generar unos determinados síntomas como resultado de la búsqueda en la literatura médica que se puede encontrar en internet”.

Se trata de la asociación directa con el padecimiento denominado hipocondría, en donde el afectado asegura poseer una enfermedad específica a partir de miedos o cavilaciones constantes sobre un aspecto determinado en la propia salud. Una persona hipocondriaca está “constantemente sometida a un análisis minucioso y preocupado, incluso obsesivo, de sus funciones fisiológicas básicas, pensando en ellas como una fuente de segura enfermedad biológica.”

En el caso de la cibercondria la mecánica es la misma con la única diferencia de que la fuente de hipótesis proviene, única y exclusivamente, del inmenso mar de información que se consigue en internet. Muchas veces resulta más “sencillo” indagar en Google sobre lo que le sucede al cuerpo. El problema surge cuando no se tiene la capacidad de diferenciar entre la información que sirve y la que no. Más aún, puede causar fuertes problemas si se trata de pensamientos obsesivos respecto a la enfermedad y se toma al pie de la letra lo que se encuentra en las distintas páginas llegando, incluso, a la automedicación. Estudios indican que “el 85% de los pacientes consultan en la web temas de salud antes de acudir a una consulta médica”.

La cura de la cibercondria, al igual que la hipocondría, reside en un tratamiento amplio y consiente con profesionales en la materia. Las acciones que podrían significar ayuda para quienes la padecen, se concentran en el mejoramiento de información en lo que al tema de salud se refiere para que, al menos, el cibercondriaco encuentre fuentes precisas que le den un panorama claro sobre el padecimiento, dejando siempre claro que, a final de cuentas, la mejor manera de tratar una enfermedad es acudir con un especialista en el tema.

“En algunos casos podríamos pensar que la información que encontramos en la red nos puede ayudar a entender nuestra salud o incluso un síntoma en particular. Sin embargo, es una potencial fuente de generación de ansiedad para las personas que tienen poca o nula formación médica”.

Es interesante observar cómo el comportamiento del ser humano, sus preocupaciones, obsesiones, temores y pasiones, poco a poco se han ido traslapando al mundo cibernético. Concebir al hombre con extensiones virtuales, es algo que forma parte ya de nosotros mismos.

Por: Yare H.B

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